CUANDO LOS NIÑOS NO RESPETAN A SUS PADRES

by | Dic 5, 2022 | Uncategorized | 0 comments

Es sorprendente los casos periódicos que llegan a consulta especialmente en el caso de las madres y padres, para pedir orientación expresa sobre cómo hacer que su hijo(a) los respete. Tristemente ven como sus hijos se les enfrentan de manera algo descarada, les discuten aún con ademanes y movimiento de manos agresivas, y en el caso de los niños más pequeños, como les pegan literalmente patadas o golpes con las manos.  Los padres se sienten impotentes, en algún momento de la crianza algo paso, pero ahora es una situación que trasciende las paredes del hogar, la mayoría perciben como si la barda que protege sus límites ha sido derribada por sus propios hijos.

Cuando un niño le pega o irrespeta a su mamá o a su papá en casa, siente libertad para hacerlo afuera.  Recuerdo una vez que fui a llevar a mi hija a una clase de música, y dentro de la academia un niño quería entrar a clase de batería, su madre le decía “ya nos tenemos que ir”, y el niño no quería, cuando la madre lo cogió del brazo, el niño comenzó a lanzarle patadas, inmediatamente note la impotencia de la madre, su vergüenza y su frustración, porque además era un niño de mediana edad (aproximadamente 9 años).

La mayoría de los niños que presentan este tipo de conductas son bastante selectivos, de hecho, son muy inteligentes para saber con quienes comportarse así, y con quienes no. Padres y madres, afirman que solo lo hacen con ellos, que en su colegio cuando la maestra les ordena o sugiere algo, inmediatamente lo hacen.  Algunas reconocen entonces que existe una evidente falla de autoridad prestigio, pero no saben qué hacer para reestablecer dicha autoridad, aunque afirman que ya han hecho de todo lo que les han dicho, principalmente llevar al niño a terapia, es más, están cansados de la terapia porque el niño sigue igual.

La situación a veces se empeora cuando el niño o niña crece; básicamente, cuando inicia la etapa de la adolescencia temprana (pubertad), y es aquí, -si no antes-, cuando el niño ya se percibe con más argumentos, expresa más seguridad en sus gustos, de hecho, defiende sus deseos, creencias, prejuicios y rasgos de personalidad con mucha pasión y firmeza, todo esto, sumado al aprendizaje y experiencia que ha tenido el niño, por varios años.  Entonces, si la relación de los padres con él o ella, no gozaba de una sólida autoridad prestigio, es decir,  sino estaba basada en la dignidad del respeto a la persona y a la identidad de roles, y canalizada a través de virtudes como la obediencia, la comunicación, la sinceridad y la prudencia, seguramente, comenzará una etapa de más conflictos y confrontaciones, impregnados de actitudes irreverentes, desafiantes, oposicionistas y en el peor de los casos –vengativas-.

A estas alturas, muchos padres ven como sus hijos literalmente no les obedecen, les mienten, las manipulan, es más, los hijos se ven a sí mismos como víctimas, con el derecho de reclamar, de hacer su voluntad, y de hablar de la manera que quieren.  Los padres se dan cuenta que los premios ya no funcionan, las amenazas parecen no importarles, los castigos incrementan su rabia, y los diálogos son palabras al viento, algunos inclusive, utilizan un lenguaje no adecuado, con groserías, con palabras insultantes, como un acto de total desesperación por falta de control y decepción, lo que inevitablemente empeora la situación.

El punto culminante para los padres, es, cuando meditan sobre estas situaciones, y se dan cuenta que en algún momento su rol se tergiverso, en lugar de dar órdenes comenzaron a pedir favores, en lugar de establecer las consecuencias, comenzaron a amenazar, en lugar de exponer su punto de vista, comenzaron a dar demasiadas explicaciones, en lugar de servir equilibradamente, comenzaron a utilizar su varita mágica para satisfacer todos los deseos de su hijo.   Para los hijos, el punto culminante se inició desde el comienzo, la primera vez que percibió en su madre o en su padre, signos de burla, confusión, exageración, inseguridad y contradicción, y que después, continuaron y continuaron, algunos niños con una mirada triste confiesan en consulta, por ejemplo que su madre es grosera, impulsiva, cantaletuda, que todo lo soluciona con castigos, y otros añaden que su padre aunque esté en el momento no dice nada, que la que manda es mamá, que papá siempre se calla.

Los padres siempre debemos reconocer el valor tan grande que hay en nuestro rol, si bien es cierto, los niños cambian su concepción de nosotros de acuerdo a su edad, es muy importante que vean madres y padres unidos, flexibles pero seguros de sí mismos. Tenemos que estar conscientes de que educamos a nuestros hijos para que desarrollen todo su potencial, y el día de mañana sepan valerse por sí mismos, este el objetivo que nos inspira para saber educarlos, para poder exigirles desde el comienzo.

Hay que ser muy cuidadosos con nuestra actitud frente a los comentarios de nuestros hijos, desde muy pequeños, algunos niños, tienen mucha facilidad para hablar, para reclamar, para contradecir y para justificar; de hecho, son muy graciosos, y nos dejan sorprendidos no solo por sus palabras, sino por sus gestos y sus movimientos de manos, son tan espontáneos, que es imposible no reírse y disfrutar del momento. Pero es necesario tener en cuenta que, por encima de la gracia y la espontaneidad, está el respeto y el contenido de lo que el niño dijo.  Si el niño tiene razón es bueno ceder y reconocer, si el niño no tiene razón, es necesario explicarle y seguir firme en la posición. De esta manera va aprendiendo a concertar y conciliar. Tenemos que ser muy ecuánimes y justos, si dejamos pasar estos comentarios con indiferencia y risas, cuando el niño tenga 8, 10 o 12 años, muy seguramente los comentarios que haga en lugar de risas, nos van a ocasionar lágrimas, sufrimientos y vergüenza.

Los padres debemos recordar que antes que amigos, compañeros, o compinches, -debemos ser padres-. Nuestro hijo merece crecer en un hogar donde tenga muy bien definido el rol de sus padres, donde nosotros como padres, seamos ejemplo de respeto, seamos responsables y sepamos nuestros límites, donde los orientemos a tiempo, donde sepamos aprovechar las alarmas encendidas por ellos, donde sepamos utilizar los alcances que tenemos con ellos. No solo debemos ser modelos y ejemplos permanentes, debemos ser coherentes, firmes y constantes en nuestras instrucciones, y mantenernos en nuestro lugar, más que defender nuestra posición, debemos mantenerla con orgullo y dignidad, -no perderla-, somos nosotros quienes la podemos llegar a perder, nadie nos quita nuestra posición, nosotros la descuidamos, por eso es que algunos padres terminan siendo tratados como hermanos menores. En nuestro hogar, debemos respetar y también educar con prudencia, límites y mucho amor, para que nuestros hijos nos respeten como seres humanos y como padres, que aprendan de nuestro liderazgo y vivencien experiencias edificantes, en un ambiente diseñado perfectamente para crecer y desarrollarse… extracto del libro “Los problemas de los padres de hoy”.  (Adquiérelo en plataformas digitales o por canales directos).