Un hombre me dijo: “Me he convertido en el papá que siempre dije que nunca iba a ser. Antes de pandemia estaba abrumado por tantas cosas que tenía que hacer, me sentía presionado por mi responsabilidad paterna, pero hoy mismo, no sé si pueda aguantar más, quisiera escapar. Me siento completamente agotado”…
¿Te identificas con este caso?, este es un ejemplo de un papá sincero, que ha tenido que aguantar mucho estrés, y que si pudiera escaparía o tomaría un descanso de su paternidad. Sin embargo, sumado a la inseguridad financiera y laboral, a la falta de claridad en políticas públicas, y al aislamiento social; la presión, su auto exigencia, y su responsabilidad, solo le permiten hoy día, responder con malabarismos de forma mínima y usando quizás sus últimas reservas emocionales.
Muchos padres y madres están agotados, se han venido enfermando, para este tiempo post-pandémico, expresan agotamiento perpetuo e irritabilidad de alto nivel, y sus síntomas ya se han vuelto de tipo médico, con afectaciones conductuales y emocionales como el trastorno de estrés postraumático, la ansiedad, angustia, depresión, irritabilidad, enojo constante y despropósito, pero también, con afectaciones físicas, como enfermedades gastrointestinales, coronarias, migrañas, dolores de cabeza, insomnio, alteraciones en la presión arterial, supresión del sistema inmunológico etc.
Y es que, dependiendo de la edad de los hijos, el agotamiento ha sido perjudicial en extremo, por ejemplo, resulta abrumador el cansancio físico para los padres con hijos pequeños, pero también, son muy intensas las cargas de los padres en etapa escolar, y aún más, el agotamiento emocional ha resultados muy angustiante, para los padres de adolescentes y jóvenes.
De igual forma, las consecuencias mentales y físicas por el estrés acumulado en los padres, ha alterado negativamente las pautas de crianza que ejercen frente a sus hijos, algunos reconocen que se han vuelto más violentos, agresivos, punitivos, y coercitivos, otros también me cuentan que durante el día han “abandonado” a sus hijos, debido a las descontroladas jornadas laborales, algunos reconocen que han convertido a sus hijos en adictos al celular, las tabletas y el televisor.
La situación por demás caótica, se ha agudizado en algunos hogares donde a uno de los padres o a ambos, les tocó enfocarse en el cuidado infantil durante el día, para trabajar hasta tarde durante la noche, ciclo que se repitió durante meses, generando ansiedad y estrés crónico. Para algunos padres y madres la angustia resultante, ha originado distanciamiento hacia sus hijos, simplemente por cuestión de supervivencia personal, es el caso de una mamá cuando me dijo: “yo amo a mi hija, pero a veces no puedo soportar estar cerca de ella, me agota demasiado, necesito un momento a solas y no dejo de soñar con irme de vacaciones”.
Ciertamente para eliminar o por lo menos controlar esta “enfermedad” de agotamiento, no simplemente se necesitan vacaciones, se requiere realizar un proceso de auto confrontación, que algunas llaman validación, y que consiste en admitir su situación y condición, como han hecho algunos padres que me han consultado, se requiere identificar, reconocer patrones de crianza y roles desempeñados antes, durante y post-pandemia. También se necesita revaluar toda la situación familiar, personal y parental, generando escalas de valor funcionales, y estableciendo un nuevo significado de vida, obviamente también se requiere realizar cambios progresivos y ejercer pautas de crianza funcionales para este tiempo y según la edad de los hijos, especialmente en cuanto a autoridad, disciplina, afectividad y comunicación.
No es fácil para los padres ser padres en este tiempo, sin embargo, el amor, el compromiso y la esperanza, junto con otros principios y valores resilientes, pueden inspirar la motivación, para continuar la formación y educación de los hijos, tal como alguna vez pensó y soñó que lo haría, cuando imaginaba convertirse en padre o en madre. Por lo demás, recuerda contactarme si necesitas orientación detallada en cómo hacerlo.