Vivir el duelo es una situación de difícil manejo para casi todas las personas, la sensación de interrupción de la vida, de pérdida, de despropósito y de sinsentido, agobian tanto, que las personas pueden llegar a cuestionar hasta su propia vida. Se sienten perdidas, sin control, inseguras, a una gran parte, les cambia rutinas y estilos de vida, y en todos los casos, las personas experimentan una especie de terremoto emocional sin precedentes.
Y todo esto conforma un duelo, ese estado de ansiedad, desconsuelo y tristeza profunda, alimentado por emociones generadas debido a esa pérdida significativa. En ocasiones, el duelo no necesariamente es más intenso si se esperaba el deceso o no, o si fue una tragedia, o una larga lucha de una enfermedad terminal, finalmente pérdida es pérdida, se extraña a la persona, se siente el vacío, y la persona intensifica los sentimientos y las emociones, tanto en función de su vínculo afectivo, emocional, familiar y de apego, como en función de su percepción y filosofía de vida, sistema de creencias, madurez e inteligencia emocional.
Muchas personas reportan que no saben lo que están sintiendo, pero expresan mucha ansiedad, inseguridad, miedo e inclusive síntomas físicos. El vínculo entre síntomas físicos y duelo son variados, asociado al duelo se evidencia diversa somatización: decaimiento, fatiga crónica, ataques de pánico, ansiedad generalizada, dolores físicos recurrentes, arritmias, trastornos estomacales, dolores de cabeza, insomnio, desconcentración, dispersión e inatención, dolores óseos, problemas respiratorios, gripas, supresión del sistema inmunológico, etc.
El hecho, es que, aunque no exista una fórmula mágica generalizada para superar el duelo, es imprescindible afrontarlo, y esta dolorosa decisión, es aún más necesaria, cuando el duelo es experimentado y observado por los niños que hay en casa. La resolución de un duelo deberá desenredar las múltiples emociones, apoyará la canalización adecuada de las mismas, generará procesos de auto-perdón, superará vivencias y recuerdos del pasado, y ofrecerá alternativas de acción para recobrar el sentido y calidad de vida. Frente a los niños, apoyará los mismos procesos, siempre teniendo en cuenta, que los adultos deben liderar asertivamente su proceso de duelo, para mostrar evolución en su resolución.
Será importante evitar la negación, la represión emocional, la culpa y la condenación, y aunque la ira, el enojo y la rabia, son parte del duelo, también deberán ser canalizados adecuadamente. Para algunos casos, se hará necesario direccionar un nuevo proceso de despedida simbólica con el ser que falleció; y, en todos los casos, la reconexión espiritual con Dios, siempre será una fuente de resolución funcional y asertiva, ya que provee a las personas de consuelo, esperanza y compasión ilimitada de forma permanente.