Amar a los hijos supone, de parte de los padres, entrega, compromiso e interés. Denota la necesidad de mantenerse informado, implica crecimiento y desarrollo personal, exige madurez y requiere tiempo. En teoría, la mayoría sabe esto, pero en la práctica, no siempre se evidencia el amor. En el camino de la crianza, a menudo, el amor se confunde con permisividad, con sobreprotección, con darles a los hijos todas las comodidades y lujos posibles, con decirles a cada momento en cualquier lugar “te amo”, con mandarles besos en público, con nunca permitirles llorar, con nunca permitirles algo de frustración, con nunca permitirles que expresen tristeza, etcétera.
Algunos padres, expresan que aman a sus hijos porque les hacen las tareas, porque les lavan la ropa, porque siempre salen los fines de semana, porque los llevan a vacacionar cada tres o seis meses. Y si bien, algunas de estas cosas denotan cuidado, cariño e interés, la mayoría de ellas, limitan y hasta tergiversan la esencia del amor paterno y materno.
Hoy te recuerdo, que el amor es sufrido, cuando comprendes esto como padre o madre, te sobrepones a todas las situaciones que suceden en la cotidianidad de la crianza, desde los virus y fiebres de tu hijo en una sala de urgencias, hasta las malas decisiones que ellos toman con sus amigos cuando van creciendo. Es maravilloso observar a un padre o una madre que, en lugar de ser distante, rencoroso o sarcástico, se apresura a perdonar, a conversar, a escuchar, a apoyar, a cuidar y en algunas ocasiones a callar por simple prudencia. El amor es sufrido porque sobrepasa toda irresponsabilidad, abandono, temor, impaciencia e inmadurez personal, desafía a mejorar cada día como ser humano y como persona. Recuerda que comienzas a ser padre cuando concibes a tu hijo, pero aprendes a serlo pacientemente cuando tu hijo crece.
El amor es benigno, como padre o madre puedes y debes ser siempre bueno con tus hijos, debes tener objetivos educativos claros, ¿qué clase de hombre o de mujer quieres que sea tu hijo o hija cuando crezca? La respuesta a esta pregunta direcciona la crianza en su cotidianidad en cuanto a la forma de disciplinar, corregir, motivar, estimular, comunicar y querer.
El amor no tiene envidia, padre y madre no compiten entre sí, se complementan en su ejercicio diario, cada uno tiene su rol definido, lo han hablado de acuerdo a su dinámica familiar, cada uno tiene sus responsabilidades, no se trata de cual trabaja más, de cual hace más, simplemente, se trata de que cada uno hace lo que le corresponde. Cada uno tiene responsabilidades físicas, materiales, pero también emocionales, afectivas y espirituales. Un papá y una mamá nunca deberían expresar mezquindad a sus hijos, tampoco humillarlos, denigrarlos, invalidarlos, sino por el contrario, como papá y mamá, tu deber es afirmarlos en su identidad y en su autoestima, nunca sientas celos de su belleza, de su gracia, de su inteligencia, o inclusive, de la “suerte” que les tocó hoy día vivir porque tienen más comodidades o lujos de los que tuviste cuando eras pequeño o pequeña.
El amor no es jactancioso, los papás no se pasean mostrando a su hijo a los demás como un trofeo, ni tampoco fanfarronean de su rol, tomándolo livianamente, simplemente, lo asumen responsablemente y lo expresan con humildad, casi con un carácter altruista, por ejemplo, cuando te sacrificas horas extras en el trabajo, solo para suplir los materiales escolares o universitarios que tu hijo necesita de último momento, o también, cuando a pesar de tu cansancio cuidas con remedios caseros a tu hijo agripado, incapacitado y postrado en cama. Todas las muestras de cariño, de amor, de entrega que como padre o madre conoces y que tus hijos no siempre reconocen, no necesitas publicarlos para que los demás reconozcan tu abnegable labor, tu sabes que tu amor ha sido y siempre será incondicional.
El amor de un padre no se envanece, no es orgulloso, es tan profundo, puro y verdadero, que sabe reconocer sus errores, solicitar ayuda, aceptar buenos consejos, corregir pautas incorrectas de crianza, modelar virtudes y valores correctos, e inclusive, pedir disculpas y perdón cuando se ha equivocado.
El amor de papá y de mamá no hace nada indebido, no modela temores, no enseña prejuicios, no se basa en mentiras, no abusa, no sobreprotege lisiando y aprisionando a los hijos, al contrario, está pendiente de la etapa evolutiva de los chicos, investiga al respecto, y realiza los cambios pertinentes, el amor de los padres suelta, da libertad y confía, aun cuando sabemos de los peligros externos, es un amor que educa a sus hijos equipándolos para superar y vencer fuera de casa.
El amor de los padres no es egoísta, por ejemplo, no se trata de que los hijos terminen estudiando lo que papá o mamá quieren, sino lo que a ellos les apasiona, lo que les guíe su discernimiento, aprovechando sus talentos y dones, porque se trata de la realización y la satisfacción de ellos. El amor de papá y mamá no busca lo suyo, no se trata de su zona de confort, sino de lo que les conviene a los hijos para crecer, para madurar, para avanzar y llegar a ser. La zona de confort de algunos padres, es el valle de limitación y/o restricción de muchos hijos vestidos de fracaso.
El amor de los padres no se irrita y no guarda rencor, no es un amor vengativo, que niega la paternidad cuando los hijos fallan, o cuando se equivocan e inclusive cuando decepcionan. Un hijo no deja de ser hijo solo porque un padre diga que no lo es, siempre lo será, la distinción para ambos, es naturalmente vitalicia, detrás de muchas conductas irritadas, de rencor y amargura de algunos padres, solo se percibe dolor profundo por decepción, y lógicamente falta de perdón. El amor de papá y mamá, no se goza con las injusticias, sino que se goza de la verdad, es un amor transparente, limpio, fresco que se renueva cada día, es un amor comprometido real y presente que supera todas las circunstancias y las vicisitudes diarias y penosas que a veces se tienen que atravesar.
Los padres que asumen su rol, son capaces de sufrirlo todo por sus hijos, siempre tienen la esperanza de un mejor mañana para ellos, hoy quiero inspirarte a ser un papá o una mamá resiliente, que soportas todo por el bien de tus hijos, que siempre estás presente y nunca ausente, que siempre generas firmeza y seguridad en tus hijos y no lo contrario, te invito a que hables con fe, esperanza y optimismo, cría a tus hijos de la mejor manera, cree lo mejor y dale honor y honra a tu rol de papá y mamá, porque nunca debes olvidar, que la paternidad y la maternidad siempre serán uno de los mayores privilegios que un ser humano pueda llegar a tener…
Extracto tomado del libro “Padres con carácter”.