CUANDO PREMIAMOS A LOS HIJOS…

by | Nov 26, 2020 | Uncategorized | 0 comments

Una de las cosas que más disfrutamos como padres es premiar a nuestros hijos, y las disfrutamos no tanto por el premio que les damos, sino por el orgullo que nuestros hijos nos generan. Pero es importante saber que así como los castigos no son la venganza de los padres, los premios no son los regalos de los padres.  Cuando un padre o una madre premia a su hijo, no lo hace simplemente para regalarle cosas tangibles o no tangibles, lo hace para ESTIMULARLO, a que siga comportándose o expresándose de manera similar. Los premios son modos de aprobar comportamientos, son herramientas al alcance de los padres para reconocer a los hijos lo asertivo que pensaron, o hicieron, o dijeron,  algo. Por todo esto, los premios (igual que los castigos), para ser verdaderamente efectivos deben ir ligados a las virtudes.

Más que premiar en nuestro hijo, el que haya obtenido el primer o segundo lugar, como padres tenemos que enfatizarle en que queremos, premiarlo por haber sido perseverante y constante.  Al premiar a nuestros hijos por ayudarnos a hacer un quehacer en casa, debemos dejarles claro que lo hacemos porque demostró colaboración, etc. Todas las virtudes están  ligadas a todas las actividades, muchos padres hacen ver a sus hijos que las virtudes solo encierran palabras bellas, nunca hablan a sus hijos de obediencia, pero si les exigen que hagan caso, no les mencionan la justicia, pero si les dicen que no sean abusivos, en lugar de decirles que sean más sinceros, les dicen que no sean mentirosos, algunos cuando premian a sus hijos en una competencia por ejemplo le dicen a su hijo “oye… te felicito por barrerlos a todos”, en lugar de felicitarlo por su esfuerzo y sus habilidades personales.

Todos los padres debemos asegurarnos de que nuestro hijo se familiarice con las virtudes desde temprana edad, se debe iniciar con virtudes básicas, para que los niños reconozcan  el alcance de las  palabras orden, sinceridad y obediencia,  durante sus primeros 5 años de vida, hay que mostrarles que al practicar estas virtudes, comenzamos a practicar la justicia.  En los años de escuela, además de estas virtudes, debemos familiarizarlos con otras virtudes y hacer que el nombre de las virtudes de la  perseverancia, laboriosidad, paciencia, responsabilidad, generosidad y fortaleza, tengan sentido para el niño y las  practique dentro y fuera de casa.  Cuando la adolescencia llega, no termina la educación  de virtudes, nuestros jóvenes deben practicar muchas más,  y familiarizarse con ellas y sus  nombres, como Pudor, sobriedad, amistad, respeto, sencillez, fe, y hasta patriotismo, para luego seguir incentivando otras como prudencia, comprensión, lealtad, humildad, optimismo y  esperanza,  a lo largo de toda la adolescencia y primera juventud.  Un niño que utiliza el lenguaje de las virtudes en sus relaciones interpersonales, es un niño que sabe comunicarse asertivamente.

Los premios siempre debemos ligarlos a las virtudes, y también debemos aprender a darlos de manera justa y sistemática. Así como no es conveniente premiar a los niños solo cada año escolar cuando al final entregan resultados,  y son promovidos para el siguiente nivel, tampoco es correcto premiarlos todos los días, por todas las cosas que hacen, incluidas las que son parte de sus rutinas de crecimiento y madurez.  Una cosa es premiar algún comportamiento, actitud o comentario del niño que haya sido totalmente asertivo, y otra es “pagar” para que los niños hagan sus deberes.  Inicialmente la disciplina provee a los padres de autoridad y a los niños de obediencia.  Los premios deben buscar que las conductas asertivas o aprobadas por nosotros,  se sigan realizando,  y que además, fomenten la implementación de otras por iniciativa del niño.

El exceso de premios en los niños,  hace que estos estímulos pierdan su valor y malogren la política de premios y castigos. Los juguetes y las golosinas por ejemplo, son excelentes herramientas  para estimular eventualmente a los niños, pero deben ser proporcionados con mesura, equilibrio y justicia.  Es diferente prometer a nuestro hijo llevarle un detallito una noche, y otra muy diferente, que nos exija llevarle un detalle todas las noches. Algunos padres creen que llevarles juguetes a diario a sus hijos o comprárselos muy seguido, compensarán el tiempo que no pasan o comparten con ellos, y esto es definitivamente un error, en el que caen muchos,  sin el visto bueno de su pareja o ex pareja.

Aunque los niños disfrutan enormemente los premios tangibles como juguetes, golosinas, también disfrutan las salidas a los parques y  a los juegos. Pero estos, no se deben confundir con nuestro deber y “obligación” de socializarlos y entrenarlos para vivir en comunidad. Así como no debemos castigar a nuestros hijos durante largo tiempo, tampoco debemos premiar a nuestros hijos con deberes nuestros, es decir, hay padres que si sus hijos se portan adecuadamente en la semana, el premio es jugar fútbol con papi el fin de semana. No debemos confundir nuestros deberes como padres, con los estímulos y premios que podemos ofrecer a nuestros hijos, tratando de incentivar lo mejor en ellos.

Como los premios deben ser dados con mesura, deben estar ligados a las virtudes, y deben estimular  alguna conducta asertiva, no necesariamente deben ser los típicos juguetes de moda que cuestan 5 jornales diarios, habrá momentos en que los padres simplemente los felicitaran verbalmente, otras veces le ofrecerán su comida preferida, otras veces, una salida al parque será mas efectiva, o,  el hacerles una tarjeta o póster sorpresa en su cuarto los hará sentir especiales. Dependiendo de la virtud a premiar, se escoge la naturaleza del premio, y su posible costo, pero también dependiendo de la edad y los intereses de los niños. Por ejemplo,  a un niño de 5 años, se le puede premiar una vez con un chocolate, y de hecho lo disfrutará, no igual, a un adolescente de 12 años,  para quien un chocolate no es un premio, pues es algo muy común y fácil de conseguir.

Hay premios de diferente categoría, unos son tangibles y otros no, unos son materiales y otros no, unos son tocables y otros no, unos son a corto plazo y otros a largo plazo, lo importante, es que los padres tomemos los premios como una herramienta, para incentivar las asertivas acciones y conductas de nuestros hijos, la forma como expresan las virtudes que les educamos, además de  la iniciativa y responsabilidad que demuestran en su proceso madurativo.   Cuando se premia por todo, la política de premios y castigos se malogra,  los niños crecen con la idea de que es deber de los padres dar siempre algo a cambio por lo que hacen.

Y cuando no se premia a los niños oportunamente, se les está comunicando un mensaje erróneo. Aunque en la vida,  uno no debe esperar hacer las cosas simplemente para recibir algo a cambio, la motivación, la autoestima, y la seguridad, se incrementan notablemente cuando las buenas obras son reconocidas.  El ser humano siembra lo que cosecha, y para llegar a ese punto de madurez y responsabilidad en los actos, se debe incentivar y premiar, para orientar al niño, sobre lo que es personalmente competente, familiarmente aceptable y socialmente útil.

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